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Leon Bakst, Diseño para el sultán rojo, c. 1920 |
Es el espacio de la tarde el que acoge los áridos sentidos,
con su transparencia la luz los estremece
y corren lágrimas agitadas a la orilla del río.
El espíritu de la tarde transforma, va cosechando recuerdos vivos.
Inundas mi pecho, es pasión incontenible;
siento tus pasos más cerca,
la voz que callada habla enamorada
de viajes pasados y futuros,
nombres reales o dudosos que tu memoria evoca,
los besos robados, los amores que han sido
y tus manos vestidas de joyas enlutadas que no olvidan.
La tarde y sus placeres
ya conmigo sueñan una vida abierta:
llanos cubiertos de amapolas,
el viento mueve sus pétalos frágiles y rojos
con la lujuria de tus besos en mi cuerpo soleado,
el suave encanto en tu honda mirada, la fragancia del vino.
Quiero tenerte en mis brazos
y cambiar la noche con esta tarde alumbrada
y sin máscaras volver al delirio de aquéllas abundantes
de lo nuestro, de lo deseado, de lo prohibido,
de lo que almas, en la escasez de su soledad ciega, sufren sin haberlo vivido.
Quiero tenerte en mis brazos y soñar,
sí, soñar que son las mismas tardes con promesas junto al mar.
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Maxime Maufra, Jardín del Sr. Maufra cerca del mar |
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