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John William Waterhouse, Lamia, 1909 |
En la seda de la almohada
siento el calor de tu cintura por mí abrazada,
en el perfume de las flores, el despliegue de tus gracias,
música en el cielo porque juntas la noche entera
permaneces en el alma.
***
La mujer agobiada por pecados mortales
ya no quiere la vida porque no tiene al amor que desea.
¿Salvación o condena prometida entre llamas rojas de pasión?
***
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John Willliam Waterhouse, Una náyada, 1905 |
Cansada de idilios, rimas y poesías, me soñé perdida en la selva desnuda. Por mi poco entender, pensé 'el riachuelo será mi guía; si baja, es porque va hacia la mar'. Mi suerte! En pocos momentos compañía encontré. A la sombra fina de un árbol, cerca de la orilla del río, el cuerpo de un caballero yacía con sólo una piel de leopardo cubriendo su cuerpo.
No sabía qué hacer. Si acaso dormía, pues bien, pero si fuese grave su incordio? Tratando de no hacer ruido me acerco a él para tocar su corazón, quiero sentir si palpita. Mi mano debe haber estado fría porque a su rozo, asustado despierta y se levanta-- tan grande su corazón.
Tonterías, pero mucho hablamos. Yo sentía su voz, me penetraaba como el hierro forjado de las caballerizas. Con cada palabra encantada de sus labios, una fuerza más me atraía. El poder de la voz! Así, la tarde se hizo noche…
Supe más sobre la selva desnuda esa misma noche. La selva es pura, ofrece frutos que saben mejor que un pájaro en vuelo, huele a sexo como un geranio, por doquier flores virginales y por primera vez sentí la savia de los árboles empapar y nutrir mi corazón, y del encuentro... gracias le doy a Dios. Hizo los cuerpos perfectos, unidos volamos hasta las cumbres más altas, para mí iba narrando historias de estrellas y luceros y al pasarles parecía que el cielo fuese haciendo de cada estrella una flor. El fuego en las almas entretenía chispas de oro y cobre en armonioso coro con los suspiros de nuestro amor.
El azar nos trajo juntos, mi intención no fue volver a mis idilios, soñados o no. Y ahora que casi llegamos al deleite azul del mar sagrado, pienso:
'¿y qué dirá mi otro amor?'
***
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